En estas fechas electorales miro a los coches con un desdén por encima de lo corriente, incluso diría que llega a la envidia malsana. Cada día he ido viendo como asfaltaban, reparaban y pintaban calzadas, ponían nuevas señales y semáforos, hacían nuevas rotondas y ampliaban accesos, todo para mejorar la circulación y vida del votante-coche. Lástima que seamos las personas de a pie las que votamos y no las máquinas ruidosas, contaminantes, tóxicas y peligrosas.