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Buenos Días ☕🤗🐑👯‍♂️

«Cazadores de icebergs»,
Alejandro Céspedes

Lo que más nos sorprende de la vida
se hace consciente igual que los silencios,
de improviso, de golpe. No está afuera.
De una forma ridícula se aprietan los instantes
que empiezan a rodar sábana abajo.
Qué pronto se descubre…,
aquí a mi lado el aire que respiras…

El presente es un tiempo que se hereda a sí mismo,
una piel de culebra que se muda
y cuando se abandona nos persigue
y hace que lo agotado por el uso
nos parezca inventado en ese instante.
Es todo tan extraño
que obliga a confundir felicidad con calma.
Cada recuerdo escribe
su tratado de paz incomprensible.
Pero los cancerberos del tiempo no descansan.
No pueden soportar tanta abstinencia.
Instauran su tiránica vigilia.
La construyen más firme y más compacta,
vienen a recordarnos que los días
han de cumplir sus viejas instrucciones:
hacer ver a la vida que ya es hora
de volver otra vez a desconcharse.
Grano a grano la causa, cada causa, y en todas
abre su corazón a las tormentas,
se complace en el polvo de la melancolía
porque ahora ya ninguna resulta necesaria.

Solo somos las huellas de otras huellas perdidas,
el eco que producen nuestros pasos.
En lo abismal del sueño lo escuchamos.
Todos los sueños sangran por su filo.

El vacío nos deja entre las manos
su inútil resonancia,
un puente de eslabones cada vez más mermado
por el que a diario cruzan
insospechadas huestes del desastre.

De esta manera vamos siendo nuevos
durante una milésima de instante
cada vez que seguimos heredándonos
a expensas siempre de nosotros mismos,
pues eso en lo que estamos convirtiéndonos
apresuradamente nos rechaza.

El pasado respira y aquí nos falta el aire.

Un corazón herido fosforece,
nada puede volver a oxigenarlo.

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