El pasado 8 de septiembre, dos aviones ultraligeros sobrevolaron los Pirineos. Enormes triciclos flotantes con un ventilador a la espalda. Colgaban de un parapente amarillo de seis metros de diámetro y les seguían 35 pájaros negros, negrísimos, formando una extraña comitiva humana, mecánica y animal. Fue una estampa alucinante, como sacada de una película de dibujos animados. Unos 100 metros más abajo, serpenteando por las carreteras que unen Francia con España, varios vehículos llenos de biólogos, monitoreaban de cerca la expedición. Y de esta forma, después de un paréntesis de cientos de años, una bandada de ibis eremitas volvió a emigrar hacia España. No lo hacía desde la Edad Media, cuando se cree que esta especie de ave migratoria se extinguió en toda Europa.