Reté a Hemingway a que no me podía hacer llorar con un escrito de sólo 6 palabras. Se sacó un papel de la libreta que siempre llevaba encima y como si ya lo hubiera pensado desde el 1899, trazó algunas líneas. Me miró a los ojos con una cara de poker que no supe como tomarme. Mientras le aguantaba la mirada, tomé el papel tenido de su mano y sin esperar mucho procedí a leer. “vendo zapatitos de bebé. Nunca usados”. Las palabras me tocaron, pero fue la mirada de Ernest que no dejó lugar a dudas que esto no había sido algo que había pensado mientras nos sentábamos en las soleadas escaleras una espontánea tarde de Lunes