Necesitamos ingenieros forestales como agua de mayo. Ingenieros forestales que no se vendan al poder político, que luchen porque nuestros bosques no sean pasto de las llamas. Que sean imparciales y valientes, y no les de miedo emitir informes en pro de proteger el enorme patrimonio natural del que disponemos. Hermosa profesión si se utiliza para el bien común. El ser humano y la tierra han de estar en armonía.