El sol se duerme pronto en el otoño,
sus rayos menguan, su brillo decrece,
dorados atardeceres son su retoño,
antes de rendirse a la noche en calma y mece.
La penumbra abraza la tierra suavemente,
susurra al día su adiós con ternura,
el cielo se tiñe de colores lentamente,
la oscuridad se asoma, paciente, sin premura.
Las sombras alargadas se extienden sin prisa,
cubriendo de a poco cada rincón,
el sol, en su lecho, se despide con risa,
regalando un último destello al rincón.
Y en el reposo del ocaso entero,
el sol se adormece en el horizonte,
preparándose para un nuevo sendero,
en el ciclo eterno que la vida monte.