Las casas se reconstruyen, así como los colegios y las demás instalaciones. Sin embargo, y aunque se salven las vidas, en las casas destruidas quedan los recuerdos y los efectos personales de muchas personas, la mayoría de ellos insustituibles.
Ahora es cuando el Estado tiene que sacar pecho, dar acogida a estas personas que lo han perdido todo y garantizar su asentamiento tan cerca y tan pronto como sea posible.
Y esto sirve lo mismo para volcanes que para inundaciones, terremotos o incendios. Si el Estado no está ahí cuando más se le necesita, es que el Estado no sirve para nada, porque esa y no otra es la base y la razón de su existencia, y lo que de verdad significa la palabra "civilización".