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Viven en el mundo unos ocho mil millones de personas.

Supongamos que les hacemos a todas ellas una pregunta con dos respuestas posibles. Por ejemplo "¿qué color preferís, el verde o el naranja?". O bien "¿te gustan los varones o las mujeres?". O también "¿escribís con la zurda o con la derecha?". Cualquier pregunta de este tipo divide a la población en dos grupos, dependiendo de la respuesta. Ahora podemos tomar uno de esos grupos y hacerle a cada uno de sus miembros una pregunta diferente, también con dos respuestas. "¿Vivís en el hemisferio norte o en el hemisferio sur?". "¿Sos de izquierdas o de derechas?". "¿Pastafrola de membrillo o de batata?". Esto vuelve a separar al grupo elegido en dos subgrupos, según la respuesta. Podemos repetir el proceso con uno de esos subgrupos para volver a separarlo en dos. "¿Sos team verano o team invierno?".

Ahora bien ¿cuántas preguntas tendríamos que hacer, para que el grupo final tenga una sola persona? En otras palabras ¿cuántas respuestas identifican unívocamente a cualquier habitante del planeta?

La respuesta es notablemente simple.

La primera pregunta divide a la población del mundo en dos. La segunda divide en dos a una de las mitades, dejándonos con un cuarto de la población total. La tercera nos da un octavo, la cuarta un dieciseisavo. La enésima pregunta divide a la población por 2^N. Dado que ocho mil millones es aproximadamente 2^33, sólo serán necesarias 33 preguntas para que el proceso nos deje con un sólo individuo perfectamente identificado.

Por supuesto, esto se obtuvo suponiendo que las preguntas están completamente descorrelacionadas. Es decir que por ejemplo el hecho de ser mujer no influye en tu gusto de pastafrolas. Sin embargo, en la realidad las correlaciones existen. Esto implica que el número de preguntas dicotómicas necesarias es en la práctica un poco mayor. Sin embargo, también podemos incluir preguntas con tres posibles respuestas, o incluso con más, lo que reduciría más rápidamente el tamaño de los grupos que nos quedan en cada paso.

Como conclusión, con unas pocas decenas de opciones cualquier persona en el mundo queda completamente singularizada.

Y el punto es que en nuestra vida digital tomamos ese tipo de opciones todo el tiempo. "¿Qué navegador usás?". "¿En qué red social tenés cuenta?". "¿Qué músicos o actores te gusta seguir?". "¿Cuál es tu pronombre?"

Y así funciona el rastreo en Internet. No importa que uses un pseudónimo, vos seguís siendo vos.

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