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Supongamos que vuestro bar favorito de toda la vida lo compra un nazi.

Al principio hay debate entre tu grupo de amigos: ¿deberíamos cambiar de bar? A estas alturas es más nuestro que suyo. Pero cada vez que vamos estamos dándole dinero a un nazi. Y cuanto más dinero le demos, más improbable es que venda el bar y se vaya.

Luego empieza a poner decoración nazi por todo el bar.

El debate arrecia. Algunos parroquianos deciden pirarse. Pero la mayoría siguen. Es nuestro bar.

Luego empiezan a venir nuevos clientes. Con pinta de nazis. O muy nazis.

Más gente se va. Pero la mayoría dicen: "Es nuestro bar. No podemos dejárselo a esos nazis.".

Luego un día un nazi le arrea una hostia a uno de los veteranos, hay gresca, y el dueño decide echar al agredido ante las risas del agresor.

Más gente se va. Llegan más nazis. "Debemos seguir luchando. Plantarles cara." Los nazis ya son mayoría.

Un día un grupo de nazis os impiden de malas maneras entrar al bar. Hay follón. El dueño sale alertado por el ruido, y al ver lo que pasa se parte la caja y se vuelve para dentro. Viene la policia y acabáis todos fichados.

El resto es demasiado deprimente.

Moraleja: si hay un sitio donde no debes combatir a los nazis es en su bar.

Una retirada a tiempo es una victoria.

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