Una cosa muy chula del heteropatriarcado es eso de poner la carga de la culpa del adulterio en la otra mujer. Los hombres, seres tan débiles que son incapaces de resistirse a los encantamientos de una lagarta. Pobrecitos.
Una derivada más de la tesis de que todo macho que se precie es incapaz de evitar meterla en cualquier agujero que se le ponga a tiro, aunque sea el de un cortapuros.