Si no te fías de los médicos, mucho menos de las farmacéuticas y sus folletos.
Pero del imbécil de tu amigo que se las toma de 3 en 3 sin que le haga falta, de ese sí que te fías.
Lo peor de todo esto es cuando imbéciles de ese calibre llegan a ser responsables de la sanidad de un país entero, como ocurre en EE.UU.