@hispa Pues a mí no me disgustaba de pequeño. La gracia, supongo, estaba en que iba al cementerio, veía las tumbas (o las criptas) de toda mi familia (incluyendo parientes lejanos), así como de desconocidos que por alguna razón me llamaran la atención, como las de los niños pequeños que no se sabía de qué habían muerto porque la tumba estaba tan deteriorada que no se veía ni el nombre, y mi madre y mi abuela me contaban historias de todos los que conocían y nos íbamos encontrando.
En el pueblo de mi padre, lo que me gustaba era ver la cantidad de gente que llevaba nuestro apellido, a veces de primero _y_ de segundo.
Sinceramente, a mí me parece más rancio sustituir eso por una fiesta importada exclusivamente para consumir (como todas, por otra parte). Que sea gringa o no, para mí es secundario.
@josemanuel Me da igual de dónde venga la fiesta. Después de estos dos últimos años prefiero a un crío disfrazado de zombi que tener que rememorar la mierda por la que acabamos de pasar.